lunes, 14 de julio de 2008

EDGAR ALLAN POE



Edgar Allan Poe fue sin duda una de los escritores mas extraordinarios que han dado los Estados Unidos de América y, sin embargo, como en una de sus intensas narraciones, "aquel colegio de tan rara arquitectura que uno no sabe nunca en que piso está", parece que no perteneció a ese país. A Giles Deleuze le habría beneficiado interesarse mas por su vida y obra, ver cómo realmente sacó a la escritura de los caminos trillados: El nombre de Poe, que a tantos les suena como una paletada de tierra en un ataúd o al precursor de la epidemia insoportable de la novela policial, hubiera tirado otra máscara. Como otros de estirpe romántica, quizás Poe nació en un tiempo y lugar equivocados, lo que para Whitman es fundacional y horizonte para a él es frontera y hundimiento. Mereció la hermandad de Baudelaire y el frontispicio de cualquier muerte del arte. En el país de la modernidad exilian a uno de sus grandes precursores. La misma estimación que tiene su poesía actualmente en su patria refleja con curiosa precisión el destino de su obra.
Mas que un creador de ambientes o arquetipo de género, Poe sintetiza como pocos un discurso poético también en sus cuentos, un discurso de un fuerte contenido simbólico. Construye con gracia y sombra el eje del neurótico, a veces nos esconde el desarrollo de una obsesión, como en Berenice, la realidad que veíamos era la adecuada y normal, para, de repente, introducirnos en el vértigo y la fatiga, en sus ultimas obras, como el Gordom Pym, normaliza magistralmente el caos. Pienso en Orwel como continuador de este relato. Poe es padre de innumerables movimientos, le deben desde los simbolistas a los surrealistas, la modernidad literaria no estaba en Francia, estaba en un romántico aislado en un nuevo continente, sus rasgos aun nos llegan; lo inevitable de las crisis, la angustia, la experiencia de la noche, esos signos que remiten siempre hacia las afueras. En el prólogo a su famoso poema El cuervo, del que Borges nos recuerda aquella frase que le adjudicó Emerson, (The jingle man), “el hombre del retintín” nos trae a la memoria otras palabras de Gadamer; lo primero de todo; no hay que tomar demasiado en serio la interpretación que el artista haga de sí mismo. Es éste un postulado que no habla en contra del artista, sino a su favor. Pues implica que los artistas tienen que formar artísticamente. En su obra La caída de la Casa Usher, nos muestra con suma maestría la metáfora del hombre moderno, el viaje al lugar encantado y maldito. En la puerta de esta mansión están las fechas de su agonía; (1809-1849)

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