sábado, 17 de septiembre de 2016

RECUERDO DE MANUEL CID


El viento del mediodía
dormido sobre las horas.
J. Romero Murube

Toda la luz se escapaba en la calle bulliciosa, adentro, en el patio, la sombra volvía más irreal el viejo barrio sobre el mármol y los azulejos, hacia la  azotea se perdía el eco de los vendedores y las notas de un piano. Nacimos en la misma casa y aun siendo niño, junto al balcón, le cantaba a mi madre entre juegos con mis hermanos mayores. Años después, partió definitivamente a recorrer el mundo y Antonia, su madre, comenzó  sus desvelos por los aviones y viajes interminables, o cuando en aquellas primeras emisiones televisivas, orgullosa, venia a casa a ver y compartir los conciertos que su hijo daba en la príncipales capitales europeas. Manuel Cid es uno de los grandes tenores españoles y sevillano, uno de esos sevillanos elegantes con los que nunca irá el ruido, vaya desde aquí el recuerdo a sus padres y a aquellos años irreparables.




miércoles, 14 de septiembre de 2016

RECUERDOS DE UN SOCIO INFANTIL


Por Manuel Ferrand


Le sacaban el recibo mensual en la calle Sierpes, frente al Mercantil, subiendo una escalera estrecha y empinada, obra sólida de antiquísimos alarifes; tan resistente que soportaba cada mes la impaciencia de una cola maciza; tanto como el graderío de madera gris y crujiente de la tribuna. 

Le llevaban al campo de Nervión como quien va de excursión al campo de verdad; bien provisto de intendencia porque sabido es que las excursiones avivan el apetito. Llegaba una media hora antes de comenzar el encuentro, pero ya había espectadores en la tribuna, en los bancos de pista, en el terraplén de la general, porque ir al fútbol era una manera muy particular de echar la tarde, sobre todo si se presentaba soleada. Otros, en cambio, llegaban con el tiempo justo, después de estimularse con el aperitivo de un partidillo en el Subcomité. 

Al socio infantil, atravesada la tapia, le llamaba la atención el chalet vasco o así que servía de vestuario, con sus barandas de madera, adosado al marcador primitivo y, sobre todo, el alto muro del frontón que remataba un extraño escudo parecido al del Sevilla pero que no era el del Sevilla, sino escudo misterioso. Allí era donde hacían manos reglamentarias Campanal, Euskalduna y aquel Fede que usaba patillas cuando nadie las usaba y pañuelo anudado como casquete, que no se quitaba ni para jugar la Copa del Mundo. 

En cada partido, el socio infantil esperaba el salto inverosímil, felino y certero de Guillermo Eizaguirre, el de la camiseta absurda, con cuadritos grises, camiseta de la suerte; la pajarita de López, el patadón de Deva, globo fenomenal de trayectoria inadivinable; el gol que la mole blanca de Campanal conseguiría contra viento y marea en la meta de Zamora, Ciriaco y Quincoces. Esperaba todo eso entre pregones del cacao Sam, de la cerveza, de la gaseosa, de los bocadillos y de “Campeón”; entre gritos de aliento y desaliento, enfados estrepitosos y sonoras chungas, cuando se le buscaba la rima al apellido del árbitro –con lo bien que arbitraba Melcón…- o se pedía “faut” y córner porque sí, porque la cosa se ponía nada más que regular. Con tales ingredientes se iba formando una modesta mitología donde entraban los personajes admirados, el efecto salutífero instantáneo de la llamada agua milagrosa, el cantarazo en la cabeza, la sonrisa de Pepe Brand , mirando a la tribuna después de un feliz primer tiempo; la figura de don Ramón, el presidente, en el palco, y la de don Ramón Encinas, en el banco a ras del césped; la portería favorable, el jugador –o el árbitro, o el equipo contrario- gafe de necesidad y las sombras evocadas por los nostálgicos –que si Spencer, que si “Kinké”-, bajo la arboleda de Eduardo dato. 

Luego, el socio infantil fue poco a poco alejándose de Nervión. Volvía de vez en cuando y disfrutó con las estupendas inimitables diabluras de Raimundo, de un Pepillo y de otro Pepillo que vino después, de Mateos, allá por el tiempo de los “stukas”. Dejó de ser infantil y de ser socio. Muy de tarde en tarde volvió por Nervión. La verdad es que ahora, si va, no lo pasa bien. Le parece que el fútbol se ha convertido en una cosa muy complicada, muy fría. Es más científico como dicen los cursis, y mas aburrido también. Cosas del fútbol. Y cosas de uno, que tampoco es el mismo de antes. 


Fuentes: Revista gráfica Sevillismo. Enero 1972. Nº 10. La palangana mecánica, septiembre 2016.


Sobre el autor; “Nació Manuel Ferrand Bonilla en esta Sevilla amada en 1925. Y ha hecho tantas cosas, ha tenido tantas vertientes para el fluir de sus veneros, y tan bien todo, que se le puede aplicar sin duda el título de Hombre de las Musas. Escribió obritas de teatro cuando era un niño, colegial. Fundó un Cine-Club en su primera juventud, mientras dibujaba historietas y chistes para «Dígame», escribía cuentos para niños en «Letras» y para gente mayor en no sé cuántas revistas más. Inventó cosas tiernamente inútiles, pero que se vendían: algún juego de mesa, un abecedario deducido por asociación de imágenes y algo más. Llevó el peso de la revista «Museo» de Radio Nacional de España en Sevilla. Por entonces soñó en ser guionista profesional. Y entre esta barahúnda aparente, estudió en la Escuela de Bellas Artes y en la Facultad de Filosofía y Letras, en la que se licenció. Y pintó: retratos, murales; expuso en cuatro ocasiones, ilustró libros y colaboró intensamente en revistas de Madrid y de Sevilla. En la colección de «La Codorniz» hay centenares de obras suyas. Pero sus dibujos no son de un simple humorista gráfico, pretextos para ilustrar una frase ingeniosa. Son acabadas obras de arte. Y ha dado cursos en la Rábida, en la Universidad de Pamplona, en Madrid, a grupos de universitarios norteamericanos; sobre Arte, Novela, Periodismo, Literatura. Profesor de Historia del Arte, primero en la Facultad de Filosofía y Letras, luego en la de Bellas Artes. Y finalmente, sus dos actividades cruciales (lo son como el meridiano y el primer vertical. ¿O no lo son?): el periodismo y la novela”. (1) Fue académico de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla y como periodista formó parte de la redacción de ABC de Sevilla. Obtuvo varios premios literarios como el Elisenda de Moncada (1966),el Platero (1967) o el Premio Planeta (1968 por su novela Con la noche a cuestas). Otros títulos; El otro bando (1966); La sotana colgada (1971); Quebranto y ventura del caballero Gaiferos (1973); La forastera (1974); Los farsantes (1975); El negocio del siglo (1977) y el volumen de relatos Fábulas sin remedio (1972). Destacó también en el campo del ensayo con títulos como Carta abierta a un españolito que viene al mundo (1974); Calles de Sevilla (1976) o La naturaleza en Sevilla (1977). Falleció con 60 años en 1985. Desde 1997 unos jardines sevillanos llevan su nombre. 


domingo, 28 de agosto de 2016

LUZ CINEMA




En unas ruinas la luz te llama al largo viaje de los amantes; un día abandonar la vida juntos, con la mirada muy azul. El corazón nocturno como un barco, el viejo cristal de la música, la visión salvaje de un sueño. Las pasiones humanas y las fronteras son este tiempo que corre en la noche, bajo las aguas maternas. Ahora arde más la cal en las sombras, es la respiración de un niño.



lunes, 8 de agosto de 2016

ENTREVISTA A SPENCER, 1919.



DESDE SEVILLA 

Todas las noticias que de Madrid nos han llegado por cartas, periódicos, todas absolutamente concuerdan en ponderar el triunfo obtenido por Andalucía, los días 27 y 29, representada por el campeón actual Sevilla F.C. El interés por conocer detalles de los partidos celebrados, fácil es de comprender, dada la expectación e inquietud que se había originado debido al desnivel que existía entre los equipos que luchaban. Este interés y este deseo es lo que me ha llevado a interrogar o mejor a preguntarle su opinión y su concepto sobre los encuentros semifinales al gran interior derecha del Sevilla, mi amigo Enrique Gómez, conocido por Spencer en el mundo foot-ballista andaluz. 

Ante una mesa del Café Kursaal (deporte puro) amenizada nuestra charla por foxtrotts y one-steps he podido escuchar sus impresiones de bastante importancia en este caso. 

 -¿Pero a ustedes, le digo, se les pasó por la imaginación vencer al Barcelona? - De ninguna manera pensábamos ganar, mas que nada por la falta de entrenamiento, de casi todo el equipo; pero siempre pensábamos dejar el pabellón andaluz a la altura que lo hemos dejado. 

 ¿…? -Completo salió de aquí el equipo y formalizado, pero con la variación que habrá visto, o sea que Escobar iría de suplente, y por eso no jugó el primer día; las razones más vale callárselas y solo sé indicarte que si él hubiera jugado ese primer partido, tres hubiesen sido al menos los que Cataluña hubiese tenido que jugar. 

 ¿…? -El público, desde que pisamos Madrid puede decirte que todo fue una continua muestra de simpatía, y así lo manifestaron con sus ovaciones al salir nosotros al campo. 

¿…? -A los catalanes ovación de cortesía pura. 

 ¿…? -De este partido del primer día no quisiera hablar nada, porque perdimos con mucho “malage” pues jugamos mucho más que ellos. 

 ¿…? -La falta de picardía nos hizo pagar la “primá”, pues como iba el partido parecía imposible que en menos de cinco minutos nos metieran dos tantos, el primero de ellos, sencillamente colosal. 

¿…? -Ya el segundo día esperábamos ganar con alguna ventaja, ya que Barcelona no era tan fiero como lo pintaban. 

 ¿…? -Jugamos con la misma voluntad, pero como menos acierto, pues el equipo estaba completamente agotado y el mismo viento contribuyó mucho al triunfo de los catalanes, que aprovecharon esa circunstancia para hacer un juego por alto, no te puedes ni imaginar lo que agradecimos que Martínez no jugara ese partido, a causa de haberlo lastimado Otero. 

 ¿…? -Carcer, más vale no nombrarlo; contribuyó en gran manera a nuestra desmoralización, sobre todo después de una falta de Brú, que era penalti, y que no la tocó; la pita que recibió al final por parte del público es la mejor prueba de “lo bien” que actuó. El juego del equipo catalán, práctico y de empuje debido a su gran entrenamiento. 

 ¿…? -Lo mejor del equipo Paulino Alcántara, sin duda alguna. Martínez, por lo ratonero en el juego es un Gregorio Navarro de hace unos cuantos años. Sagi, bien pero sin mostrarse, como fenómeno. De la línea de medios Torralba es lo mejor. Sancho no me llamó mucho la atención su juego y Blanco juega demasiado sucio y su trato en el campo deja bastante que desear. 

 ¿…? -Las defensas ninguna gran cosa; por aquí, por Andalucía las hay mejores sin tener tanta fama como ellos y Brú es un portero en el periodo de decadencia. 

 ¿…? -De los nuestros, ya lo saben por los periódicos, ellos han dicho más de lo que yo mismo puedo decir; Santizo, Ismael, Artola y Brand, lo demás del equipo muy regular. 

 ¿…? -Armet ni fú ni fá, debido sin duda a encontrarse enfermo, o quizás también a que en Madrid no juega como él sabe hacerlo. -Figurate como estaría para que se le fuese el penalty del segundo del día, mucho azoramiento, y exceso de colocación y fuerza. 

 ¿…? Yo…, bastante menos que regular; un tanto pude hacer rematando un centro de Brand que como ya te dije le bailó todo lo bailable al gran Torralba. 

 ¿…? _Que quieres que dijesen, pues que para el año que viene no sería nada extraño que Andalucía pasase de la primera semifinal. Hasta aquí lo expuesto por mi amigo Enrique, quien sin duda para procurar estar más entrenado para el año próximo da por terminada esta conversación, por exigirlo así una rubia de ojazos pintados que impaciente le aguarda para marcarse un one-steep. 

Sotano-Bar. Huelva-Sport, nº 8, abril 1919.
Cortesía A. Ramírez










martes, 19 de julio de 2016

JOSÉ SANJURJO, GOLPISTA Y BÉTICO.


José Sanjurjo durante el juicio por el intento de golpe de estado, 1933


En la anterior entrada hablábamos de la necesidad de cierto club de construir, ante la imposibilidad de una historia brillante y la ocultación de otra oscura, un relato histórico veraz . finalmente, gran parte quedó en mala literatura, cuando la historiografia solvente llegó derribando bulos e historietas, la historia puede ser en parte manipulada, pero no vuelta como un calcetín, repasaremos estos días la oscura historia del club que se vendió como de los obreros y del pueblo, siendo realmente el equipo de los militares golpistas, verán, que la cara más dura que la pata un paso. Uno de los mayores especialistas de la historia del fútbol español señaló que la historia del Betis es la mentira más gorda contada. Muchas veces hemos hecho hincapié en la diferenciación entre ser y estar. Hoy traemos a este angelito de José Sanjurgo, vaya, si es que está toda la plana mayor del fascismo.


Lectura recomendada para estos días; Sanjurjo, otro golpista del Betis, aquí.

domingo, 17 de julio de 2016

DEL BARATILLO FALSO



Con mis respetos a algunos cuentistas, a cierto club le falta historia y le sobra mala "literatura", diría más; han construido gran parte de su identidad con esa pésima literatura, si puede llamarse literatura a unas cuantas ocurrencias infantiles, sin olvidar mentiras grotescas, calumnias, bulos, etc.. Es muy simple y fácil de entender; ¿porqué no necesita el Sevilla FC a la literatura y mucho menos a la mala literatura?, pues como el mismo fútbol, porque tiene una brillante y gloriosa historia, un hermoso presente.

lunes, 4 de julio de 2016

sábado, 25 de junio de 2016

EL SEVILLA F.C. EN LA HISTORIA DEL FÚTBOL


Días atrás, Enrique Vidal, miembro del Área de Historia del Sevilla F.C., publicó en ABC de Sevilla un artículo que tuvo una extraordinaria repercusión, tanto en redes sociales como en el boca a boca entre sevillistas y aficionados al fútbol en general, según pudimos comprobar de primera mano. Las felicitaciones recibidas fueron incontables, así como las muestras de gratitud al autor y al propio Área de Historia. 

A modo de presentación y resumen, diremos que el artículo compendia en una sola página las razones que singularizan al Sevilla F.C. dentro de la historia del fútbol como referente mundial, repasando los puntos cardinales de nuestra entidad: historia, estilo, credo, independencia, cantera, nombres propios y logros. Un texto, en definitiva, que pone en negro sobre blanco motivos y fundamentos tanto para el orgullo de todos los sevillistas, como para la defensa de su club y de su sentimiento ante las envidias ajenas. 

Desde La Palangana Mecánica queremos hacernos eco del artículo e invitarles a que lo lean, cuanto más veces mejor, puesto que de cada revisión que les hagan, estamos seguros que serán capaces de apreciar multitud de nuevos matices y detalles que quedan ya para la posteridad. 


“EL SEVILLA F.C. EN LA HISTORIA DEL FÚTBOL” 

Según la encuesta Big Count 2006 (Gran Censo 2006), publicada en julio de 2007 por FIFA Magazine, existen unos 24 millones de clubs de fútbol en el mundo. Si a este dato añadimos todos los clubs históricos ya desaparecidos, la cifra podría alcanzar casi el doble. Hablamos de fútbol federado, es decir, “football association”, el deporte surgido en la mítica reunión constitutiva del 26 de octubre de 1863 en la Freemasons’ Tavern de Londres. Evidentemente no es fácil destacar entre tal cantidad de equipos, menos aún sin pertenecer a una capital importante o ser de una gran ciudad en términos políticos o económicos. De hecho, distinguirse del resto bajo estas condiciones es casi un milagro. Por eso nos preguntamos, ¿qué hace singular al Sevilla F.C. dentro de esta superpoblación futbolística? ¿Por qué debemos reconocerlo como referente mundial? Con idea de responder a estos interrogantes repasaremos someramente varios factores muy significativos, para contextualizar y poner en valor los méritos de esta institución sevillana y universal. 

El reciente reconocimiento del 25 de enero de 1890 como fecha fundacional del Sevilla Football Club ha puesto el foco de la actualidad mediática sobre uno de los pilares sagrados de la entidad sevillista, su historia. Fue el ingeniero escocés Hugo Maccoll quien, desde su llegada a Sevilla en el año 1887 para dirigir la fundición Portilla and White, trajo el fútbol a la denominada ciudad de la gracia, liderando una labor, a la par proselitista y pedagógica, entre sus propios paisanos británicos, otros miembros de la colonia extranjera (suecos, alemanes y franceses, fundamentalmente) y nativos sevillanos, que culminó con la creación del primer club deportivo español apellidado estrictamente como correspondía a su naturaleza: “Football Club”. La máxima autoridad británica en Sevilla, el Vicecónsul Edward F. Johnston, también escocés, fue elegido como primer presidente. El propio Maccoll fue designado como capitán. Y el sevillano Isaías White Méndez ocupó el cargo de Secretario. Los sevillistas fueron pioneros del fútbol institucional en España, organizaron la primera partida interclubs, celebrada el 8 de marzo de 1890 en Tablada, aportaron el primer goleador reconocido (Ritson), el primer árbitro (Johnston) y la primera victoria, dos a cero frente al Huelva Recreation Club. 

De aquellos primitivos escoceses tomaron los sevillanos su primera y rudimentaria idea sobre el estilo de juego, fútbol combinativo, antítesis de la escuela inglesa de patadón y cargas que haría furor en la cornisa cantábrica entre los chicarrones del norte como mejor recurso para desenvolverse en campos pesados de fango y hierba alta. El clima seco, el piso árido, la complexión menuda y enclenque de los jóvenes aficionados sevillanos terminaron por reavivar los rescoldos del viejo estilo escocés haciendo suya una manera de practicar el fútbol donde primaba la habilidad, la doma del balón, la burla del rival más poderoso físicamente mediante el ingenio y la técnica, una suerte de lidia taurina llevada al campo de juego que tuvo su eclosión definitiva una tarde madrileña de primero de mayo de 1921 con exhibición y goleada frente al Athletic Club vizcaíno. Los cronistas de toda España se frotaban los ojos ante aquel espectáculo, y bautizaron el estilo de aquellos osados deportistas como escuela sevillista. Hoy, que todo el mundo alaba la técnica y el estilo de juego del Barcelona de Cruyff o Guardiola, de la selección española de Luis y Del Bosque, hay que reseñar que el primer club que en España practicó y elevó a los altares ese idioma futbolístico fue el Sevilla F.C., mucho antes de ninguna otra influencia ni del fútbol sudamericano ni del centroeuropeo. El catalán Kinké, el gallego Herminio y, sobre todo, los sevillanos Ocaña, Brand y Spencer, este último, autor del primer gol de chilena documentado en 1915, serían las principales estrellas de un equipo mítico cuya leyenda recorrió Europa y el norte de África. 

Además del estilo de juego, el Sevilla F.C. originario hizo historia con un particular credo ideológico, resumido magistralmente por uno de sus primeros presidentes, José Luis Gallegos Arnosa, y una frase para la posteridad: “Todos los hombres, de cualquier condición social, ideas políticas o religiosas, tendrán aquí cabida”. La enorme trascendencia de este legado sólo puede comprenderse teniendo en cuenta el contexto temporal y sociopolítico en el que fueron pronunciadas, el de una España arruinada, en plena deriva de reafirmación patriótica tras los desastres de Cuba y Filipinas, con un Rey militar como jefe del Estado, el caciquismo y la política clientelar que sembraban un abismo entre los poderes fácticos y las capas populares, que miraba con recelo tanto al extranjero como al burgués emprendedor con formación intelectual e inquietudes vitales. Las actas oficiales del club demuestran cómo aquel Sevilla, plagado de profesionales liberales en sus filas (abogados, médicos, comerciantes, etc.), a punto estuvo de sucumbir a las presiones de Pedro Rodríguez de la Borbolla en 1914 para integrarse junto al Sevilla Balompié y el Betis F.C. en un club sevillano único bajo el auspicio de la Casa Real, y con el trasfondo especulativo de la futura Exposición Iberoamericana. Evitó la desaparición el presidente Francisco Javier Alba Alarcón, quien además marcaría el rumbo de la independencia organizativa y económica de la entidad. Siempre jugó el Sevilla F.C. en campos de propiedad privada, nunca municipales ni subvencionados, sino sufragados por sus propios socios, a costa de enormes sacrificios personales y deportivos, desde el campo del Mercantil al de la Victoria, pasando por el viejo Nervión y el Ramón Sánchez-Pizjuán, el actual estadio, que lleva el nombre del presidente más emblemático de la sociedad. Sesenta años de sequía de títulos fue la factura que el club debió pagar por su autosuficiencia. 

Desde 1908 la entidad mantiene una apuesta marcada por el fútbol de cantera, de la que han salido estrellas como Eizaguirre, Gallego, Lora, Montero, Francisco, Reyes o los campeones del mundo Marchena, Sergio Ramos y Jesús Navas. Gracias a sus cazatalentos, otras grandes figuras nacionales han engrosado sus filas, Campanal, tío y sobrino, Busto, Arza, Alconero, Antúnez, Ramoní, Domenech, Pepillo, o extranjeros de talla mundial como Achucarro, Dassaev, Polster, Suker, Bertoni o incluso Maradona, hasta llegar a la última década, en pleno siglo XXI, la era de los Palop, Alves, Navarro, Kanouté, Luis Fabiano o Rakitic, entre otros muchos. 

Siempre fue el Sevilla F.C. un equipo grande, dentro de su hábitat más cercano, un clásico de la primera división, Campeón de Liga en 1946, gracias a un “maracanazo” en campo del F.C. Barcelona, en lo que fue la primera final de la liga de la historia, conquistada por los hombres de Encinas al estilo del campeonato mundial ganado por los uruguayos a Brasil cuatro años después. Campeón de la Copa de España bajo sus formatos de Presidente de la República, Generalísimo y del Rey, y eterno Campeón de Andalucía, tal y como fue bautizado por la prensa, en la época previa al profesionalismo, por acreditar 18 de los 21 títulos disputados. 

Sin embargo, en la última década, cuando más difícil panorama se le presentaba como SAD debilitada y enferma, la entidad ha sido capaz de resurgir gracias a un modelo de gestión que es referente mundial, que se retroalimenta a base de éxitos deportivos y cuya piedra angular es una política de adquisición y traspaso de futbolistas ejemplar, que todos quieren imitar, pero que nadie ha perfeccionado tanto como el Sevilla F.C., dueño de una marca propia y reconocidísima en este sentido, que le han proporcionado, desde su puesta en marcha y hasta el momento, cinco títulos de UEFA EL, una Supercopa de Europa y otra de España, y dos Copas del Rey. Por si fuera poco, en 2006 y en 2007 fue designado mejor equipo del mundo por la IFHHS. Presidentes como Alés, Del Nido y Castro, entrenadores como Ramos y Emery y, sobre todo, el Director deportivo Monchi, son algunos de los grandes artífices del espectacular momento que vive el equipo, que acaba de disputar dos finales en cuatro días frente a clubs de máximo abolengo, como el Liverpool y el F.C. Barcelona, siendo el equipo europeo con más partidos oficiales disputados en la temporada. Por derecho propio, el club se ha vuelto a clasificar para Champions League y abrirá la próxima temporada como protagonista de dos nuevas finales, sendas supercopas, europea y española. 

Esta hegemonía deportiva, impropia en un club de su dimensión y entorno, carente de afectos públicos institucionales y federativos, sin peso mediático de ningún tipo, pero capaz de competir de igual a igual con los más poderosos y amenazar su estatus, inevitablemente genera recelos y ha colocado al Sevilla F.C. en numerosas ocasiones en el centro de la diana de ataques injustificados, leyendas negras y campañas de desprestigio, sufriendo persecuciones y agravios de los que se ha desbridado sin lloriqueos, rebelándose como sólo lo hacen los verdaderamente grandes, con elegancia, a golpe de triunfos sobre el terreno de juego, y protegido por la fuerza de una afición comprometida, con una fe que mueve montañas, capaz de asombrar a Europa y el mundo, como recientemente ha quedado demostrado en las noches de Basilea y Madrid. Probablemente aquí se encuentra el verdadero secreto de la singularidad del Sevilla F.C., su mayor signo identitario, de ahora y de siempre: pocos, muy pocos clubs en tan adversas condiciones, han conseguido tanto.” 

La palangana mecánica.

viernes, 10 de junio de 2016

HOTELES DEL GUADALQUIVIR



Lo recuerdas siempre que ves imágenes, historias en olvidados papeles, aquella ciudad que al comienzo del pasado siglo quería cambiar y se abría hacia el sur. Apenas un vago fuego señalaba los convulsos años que vendrían y tu familia paterna llegaba a un barrio impregnado de ese espíritu “El Porvenir”, atrás quedaban los domicilios de la ciudad histórica.  Interminable aparecía la nueva avenida Reina Victoria, rodeada de jardines, como si la Sevilla rural que aun pervivía renaciera en una arquitectura luminosa. Mi tío abuelo, Rafael Rubio, hombre forjado y comprometido con los nuevos tiempos, peleó por su mejora desde distintos ámbitos y contribuyó notablemente al impulso de la Exposición Iberoamericana y la construcción del barrio de Heliópolis. Tras la proclamación de la República, pasaron a vivir a dicho barrio en unas nuevas edificaciones construidas para alojamiento durante la Exposición, los hoteles del Guadalquivir, u hotelitos, como en casa los llamamos siempre, chalets de la nueva arquitectura regionalista rodeados de pequeños jardines. Allí pasaron años felices antes que las alimañas reaccionarias bañaran la ciudad en sangre, despojando y saqueando de bienes y propiedades a tantos. En estas viejas fotografías que hoy traigo está algo más que el recuerdo personal y familiar, está lo que pudo haber sido un tiempo nuevo y de veras moderno. 




1932

jueves, 19 de mayo de 2016

PENTACAMPEÓN





El eterno campeón andaluz y grande de Europa sigue su curso, sus lemas ya legendarios se cumplen con una precisión extraordinaria, no hay otra clave -esto no lo comprenderá jamás quien no lo vive y conoce´- que ser un grandísimo Club de Futbol. Ahora se abre un futuro lleno de grandes retos. Dijimos que volviamos a por ella, por nuestra Copa.


    


 Y ya la tenemos de nuevo en la catedral del fútbol andaluz para disfrute de una de las más grandes y 
auténticas aficiones del mundo. Felicidades, muchas felicidades sevillistas. Y no lo dudes, lo mejor está por llegar.



lunes, 2 de mayo de 2016

SPENCER TAMBIÉN MURIÓ CON LAS BOTAS PUESTAS



Por Diego M. Díaz Salado

90 años de la pérdida de uno de los grandes ‘fooballers’ que ha dado Sevilla. Enrique Spencer era el fútbol hecho arte, y los regateó a todos menos a la parca, que le sobrevino en un entrenamiento 

Era una noche de verano. De agosto sevillano. Aún refulgía el metal de tanta plata sobrevenida. Copas. Varias de ellas. De campeón de España. De reyes de Europa. El Sevilla Fútbol Club vivía instalado en la nube del triunfador. En ese parnaso deportivo que crece por encima del bien y del mal. Eran héroes que superaban una historia discontinua, que lo fue espléndida, pero a ratos adversa. Tocada por laureles y salpicada de fatalidades que horadan como viejas cicatrices el corazón del viejo Nervión. Como la que esa noche agosteña de 2007 arreció en el alma de una ciudad futbolera. Un joven atleta caía fulminado al verde y el horizonte fundió a negro. Antonio Puerta se apagó cuando más alumbraba. 22 años e internacional absoluto. Moría el futbolista y nacía el mito, la fábula de un niño que tocó la gloria luego aprender a patear un balón con el escudo del Rey San Fernando cosido en el pecho. El hombre que se hizo leyenda, zurda de diamantes, era pura historia de ese club que lo acogía como integrante de la generación sin parangón que se atrevió a romper los moldes del éxito. Pero Antonio no fue el primero que expiró mientras portaba la honrosa zamarra alba de ribetes carmesíes.

Tres décadas antes, en el 73, otro valiente espichó en defensa de la misma enseña. Pedro Berruezo, también mediocampista izquierdo, se desplomó en el vetusto Pasarón pontevedrés. No era entonces esa una era de esplendor y títulos. Los sevillistas deambulaban por Segunda División, de visita en plazas de poco lustre y muchos jaramagos. El viejo estadio municipal de Pontevedra fue el lugar donde por primera vez en el fútbol profesional patrio pereció un jugador. 27 años, otra zurda exquisita y un excelso remate de cabeza.

Ríos de tinta han corrido de sus hazañas. De sus vidas. De cómo la parca los capturó. Pero que nadie los dé por únicos. Existe otra figura fundamental del pasado sevillista que también feneció en acto de servicio. Un fallecimiento del que hacen apenas unas semanas se cumplieron 90 años, y al que en los tiempos que corren pocas glosas se le han tributado. Hablamos de Spencer, y esta es su historia.

Se llamaba Enrique Gómez Muñoz, y con el apellido británico con el que hoy lo conocemos, no guardaba ninguna relación. Más allá que adoptarlo como apodo. Pero esa harina es de un costal que habrá de llegar. Narremos por partes, aunque antes, habrá de imaginarse a un abuelo y su nieto, bufanda rojo carmín anudada en la muñeca. Plena década de los 90. Ambos, de la mano, frente al imponente mosaico de Santiago del Campo, el que se alza en la preferencia del Ramón Sánchez-Pizjuán. El nieto es un mocoso preguntón de tres palmos y cada domingo alterno, antes del preceptivo partido de las cinco, no tiene otra cosa que hacer que intentar acertar todos los escudos que el mural exhibe: Milán, Barcelona, Benfica, Real Madrid, Athletic, Arsenal, Boca Juniors, Betis... Sí, el acérrimo rival tiene aquí un lugar. Así hasta 59. Causa atención la zona baja, donde descansan unas claves encriptadas, como si fueran jeroglíficos en un templo profano levantado al dios Fútbol. Incansable en la cuestión, el zagal lanza la pregunta del millón: «¿qué es S.H.-1923?». «Iniciales de Spencer y Herminio, niño, los primeros jugadores internacionales que tuvo el Sevilla». 

Más de veinte años después, el rapaz que tanto preguntaba se deambula por las tripas del coliseo sevillista. Allí es conducido hasta una sala moderna, con mesas de trabajo, estanterías repletas de volúmenes y bastantes más banderines, éstos de tela, que los que muestra el mosaico de preferencia. El rótulo de la puerta explica a las claras lo que ahí se cuece: Área de Historia. En una mesa larga, el preguntador vuelve a hacer de las suyas. «¿Quién era Spencer? Él también murió siendo jugador del Sevilla...». Y su interlocutor parece salivar. Se autodefine como «un pirado» que sigue la vida del mítico futbolista malogrado. Trianero, de honda pasión sevillista y amante de los viejos legajos que cuentan cosas, a Antonio Ramírez le gusta el fútbol tanto como indagar en el pasado. Por eso es miembro del Área de Historia. En los últimos años, ha desarrollado una suerte de fijación por destapar los intríngulis de la vida de Spencer, y fruto de ello, el periodista, que lo tiene frente a su cuaderno, ya desfunda la grabadora. Acompaña, para describir del todo la escena, otro hombre dado a la memoria de su equipo del alma, Carlos Romero, miembro también de este distinguido grupo de investigadores futboleros.

«Spencer», repite Ramírez casi temblando. «Spencer fue uno de los mejores jugadores de fútbol en la España de los años 20», y sin pausa, dispara un relato que si fuera película, estaría más que condecorado. Enrique Gómez Muñoz nació a finales del siglo XIX, el 4 de marzo de 1897. Por azares de la vida, vino al mundo en nada menos que la calle Betis, pese a que su familia vivía al otro lado del río, en el Arenal. Ese es el motivo por el que siempre se le ha tomado por trianero. Era hijo del práctico del puerto, el hombre que posiblemente hacía que arribaran a buen dique los vapores británicos que introdujeron el foot-ball en Sevilla. Quién sabe si en España. Sexto hijo de un total de siete, fue bautizado en la Parroquia de Santa Ana, con el completísimo nombre de Enrique Emilio Manuel de la Santísima Trinidad. Hablan del pequeño Enrique como un chaval de indomable pelo rubio, tez clara salpicada de pecas y mirada brillante. Espigado, de tronco delgado y finas pantorrillas, su perfil era más el de un novillero en prácticas que el de un aprendiz de footballer. La prueba del algodón eran los zapatos de puntera desgastada, y cómo no, verlo dar toques con un balón de trapo. Desde muy joven, formó parte de equipos menores de la ciudad, como el Victoria FC, el Athletic Club de Sevilla o el Recreativo de Sevilla. A los 15 años llegó al Sevilla Fútbol Club, donde pasaría 13 temporadas hasta el día de su fatal muerte, con dos breves incursiones en el Oviedo –por el servicio militar- y el Español de Barcelona, donde no llegó a debutar tras un fichaje frustrado y del que regresó al equipo de sus amores.

Sus primeros pasos en el equipo blanco y rojo los dio desde la defensa, hasta asentarse como interior derecho de un estilo de juego que no entendía de medio campo. Tres defendían y el resto eran delanteros. Spencer fue destacado integrante de esa generación estilosa con la que nació la escuela mal llamada sevillana, toda vez que era practicada por el Sevilla Football Club, por lo que por nombre preciso no cabe otro que no fuera escuela sevillista. Regates, filigranas, malabarismos, diabluras y virguerías hicieron arte del fútbol que Spencer rezumaba por sus cuatro costados. La pared, el cuarteo, el dribbling eran las fórmulas ideadas para librar desafíos Despeñaperros arriba, toda vez que el campeón de la Copa Andalucía debía enfrentarse a los homólogos triunfadores de otras regiones, casi siempre frente a norteños de altura y anchura de espaldas superior a que es estilaba por el Sur. La diferencia de tamaño y fuerza sólo podía ser contrarrestada con sutiles toques de torería futbolística.

Corría la primera mitad de la década de los diez y Spencer se había afianzado en el que ya llamaban eterno campeón de Andalucía. El Sevilla dominaba con puño de hierro la única competición por entonces vigente, de rango regional, pero la familia del joven Enrique no consideraba que pasara horas y horas en el campo Reina Victoria ataviado con calzones cortos y haciendo piruetas tras un bulto redondo. El periodismo de la época ya narraba crónicas de aquel divertido sport, por lo que su nombre aparecía en el once del equipo. Fue entonces cuando adoptó el alias que lo haría famoso y que birlaría, con todas su dotes regateadoras, la vigilancia paterna. Se dice que el mote Spencer deriva, por una parte, de rendir honores a un futbolista británico del Jerez por entonces muy admirado, aunque también podría ser impuesto por sus compañeros, dados los aires británicos que su apariencia antes descrita derrochaba. El caso es que coló. Y el nombre, magnánimo como pocos, recorrió la geografía hispana con el convencimiento que era uno de los mejores de su época, como llegó a escribir el mítico portero Ricardo Zamora, que lo sufriera en sus propias carnes.

Tanto fue así que en 1923 recibió la llamada de la Selección Nacional, que jugaba un partido en Sevilla frente a Portugal. Él y Herminio fueron los primeros jugadores del equipo sevillista que debutaron con el equipo nacional. Pudo debutar antes, en 1922, cuando fue llamado por primera vez a filas de una escuadra, la española, atestada de vascos, catalanes y madrileños, en la que el estilo de fútbol sevillano no hacía tilín por buscarse rudeza y fortaleza física. Pero esa llamada, también para jugar un partido contra Portugal, esta vez en Lisboa, resultó un fiasco, toda vez que cuando Spencer llegó en coche a la capital lusa, el partido ya había acabado.

A Spencer incluso se le reconoce como el genuino inventor de la chilena, por entonces no calificada como tal. No existen referencias escritas anteriores a las de ese 22 de marzo de 1915 cuando en la final de la copa Duque de Santo Mauro, en la ciudad gaditana de San Fernando, una acrobacia inverosímil, descrita en las crónicas como si de una tijereta se tratase, acabó en gol ante la primera sorpresa del respetable y la consiguiente explosión de júbilo. Fue tal el impacto, cuentan, que rompió a sonar la banda de infantería de Marina que allí se encontraba.

Spencer era uno de los cracks de este Sevilla que hacía arte del fútbol. Fue integrante de la llamada línea del miedo, junto a otros míticos del balompié patrio como Pepe Brand, Kinké, Escobar, León o Rey. Pero además, Spencer era un divo de la pujante sociedad sevillana de los felices 20. Soltero, no era difícil verlo transitar por el centro tocado con sombrero, frecuentando cafés de moda donde se bailaba charlestón. Ora melena rubia al viento, ora cabello corto, eran constantes sus cambios de look. Su cuerpo era el de un figurín, un sportmen de la época que disfrutaba del deporte más allá del foot-ball. Competía, y ganaba, en carreras populares, demostrando unas condiciones atléticas muy superiores a la media de la época.

Pero la vida guardaba el peor de sus serretazos. Corría el jueves previo a un partido vital frente al Real Madrid, en la fase de grupos del Campeonato España, la Copa del Rey. De un momento, Spencer se retorcía de dolor en el suelo del campo de la Reina Victoria, en mitad de un entrenamiento. Maldecía en arameo. Quería jugar ese partido. Fintar, esquivar las acometidas y perforar la meta contraria. Fuertes molestias abdominales hicieron que fuera trasladado con urgencia a la clínica, donde fue intervenido. Semanas antes había padecido de apendicitis, y todo hace indicar que la sanación no había sido óptima. El estado era grave, tanto que el domingo, 14 de marzo de 1926, mismo día del citado partido, a las 10 y media de la mañana, Spencer se apagó. El encuentro se jugó, y sus compañeros, rotos de dolor, perdieron 0-1 frente un Real Madrid cuyos coequipiers decidieron pernoctar en Sevilla para acudir al entierro de su talentoso rival. Hubo homenajes, como aquella Copa Spencer –un único partido- en la que el Betis ganó al Sevilla. Pero su historia no acabó aquí. Su equipo rotuló el mosaico con su inicial y hace apenas unos años, dio cumplimiento a un acuerdo de Junta Directiva de 1928 que acordaba brindarle un mausoleo en un honroso lugar del estadio, hasta entonces no cumplido. Ahí vive ahora Enrique Spencer, en la planta noble de la bombonera de Nervión. Pero su herencia es intangible. Clase y talento a raudales. Ese gambeteo de genio forma parte de algo quizás más inmortal que una bonita estatua. Spencer integra, de alguna manera, el legendario himno sevillista: Sevilla, Sevilla, Sevilla, es el fútbol hecho arte y filigrana...


El Correo de Andalucia, 01/05/16. Aquí, la edición digital.


martes, 26 de abril de 2016

LA OBSTINACIÓN DE CLÍO



Hay una expresión, conocida por todos, que no es difícil escuchar o leer, a modo de latiguillo dialéctico, en las más variopintas situaciones: la Historia se repite.

La frase, afortunada desde su mismo origen, tiene más de científica de lo que pueda pensarse, teniendo en cuenta que se le atribuye al gran filósofo alemán Hegel.

Otro alemán (antes prusiano), Carlos Marx, elevó la frase de nivel años más tarde, añadiendo que esos hechos históricos que se reiteran, primero se presentan como tragedia y después como comedia. 

La idea sugerida por Marx ya estaba presente en algunos escritos suyos anteriores en los que la historia se concibe como un proceso que, para consolidarse en la memoria de los hombres, debe tener una “replicación farsesca”, esto es, la doble humillación como mecanismo de aprendizaje.

Parece que Marx estaba escribiendo sobre fútbol sevillano. Seguir leyendo.



miércoles, 20 de abril de 2016

NIÑA DE LOS PEINES, 1916.



Así como hay la belleza japonesa, hasta con su Venus de ojos oblicuos, chata y de pómulos salientes, hay otra belleza frente a la belleza evidente. La niña de los peines es muy morena, chata, de boca grande y ojos rasgados. Es de una juventud desgarrada, profundizada, por los ardores de su canto. Le dan una gran seriedad esas cejas suyas, reflexivas sobres sus cuatro ideas de pasión. En el tablao, sentada en su silla como una reina dominadora, dejando que la guitarra se entone para entrar en el cantar, La Niña de los Peines se eleva sobre sí misma; los golpecitos de pie con que acompaña a la guitarra son elocuentes e imperiosos.
-Tin-tipitin-tipitin-
Mira hondamente a la sala, mira cómo se mira al vacío cuando se está loco de pena o de amor, cuando se piensa en otra cosa, en una cosa gravísima que turba el corazón. Son largos los solos de esa guitarra que la acompaña. Ella, llena de importancia, se deja esperar mucho, mucho, y al fin dice la primera queja de su cantar. Es un alarido, primero desgarrado, muy desgarrado, casi sin ritmo, pero al que salva una cadencia profunda con que ella lo ordena y armoniza de un modo inimitable. Así se ve que el grito salvaje, desacertado y sincero, era necesario a la belleza del cantar para darle unas entrañas vivas y conmovedoras.
Esto es los maravilloso, de este flamenco que canta La Niña de los Peines, del verdadero flamenco que es la prosa, el grito desesperado, bronco, cortado, espontáneo, de una altura inaudita; la salida brusca, la ocurrencia estupenda, convertida en un canto de clavijas apretadas, de medida precisa, de admirable enlace con la música.
Nada más serie que este cante flamenco de la Niña de los Peines y a la vez nada más gracioso cuando ella lo acaba o lo salpica con esos triquitraques de palabras, con esos estribillos arbitrarios y cortados en que se olvidad y se burla de su dolor haciéndolo más agudo, en que juega y coquetea con su pena, con el malabarismo admirable de su voz, siempre llena de una sensibilidad sangrienta.
Me será inolvidable como he visto a La Niña de los Peines de litúrgica, de erguida, pestañeando mucho sus ojos, como esas estrellas que titilan nerviosas algunas noches, su boca abierta, negramente abierta y torcida, para dar toda su voz, respirando ávidamente el mucho aire que necesita su cantar. La Niña de los Peines es frente al cante académico el canto libre, que sorprende con matices desconocidos de la voz, con honduras desconocidas del alma, ecos misteriosos y combinaciones extrañas de una cadencia áspera a la par que dulce.
Movida por la curiosidad de ver de cerca de esta mujer tan genuina representante del alma andaluza, de ese alma elegiaca, apasionada, consumida en su propia pasión. He ido a ver de cerca a La Niña de los Peines para oírla hablar como la he oído cantar, como si deseara que se completase en mí su figura.
El cuarto de una fonda donde viven dos mujeres, con ese desorden natural de los artistas, una sola gran cama, donde duermen la madre y la hija, y esa tristeza de los cuartos de fonda, en lo que todo es siempre extraño a todos, con una frialdad de asilo, de rincón de café, donde no se es más que transeúnte.
Me recibe la madre, un tipo de gitana, guapa, matronil, de carácter insinuante y entrometido. -Mi hija duerme -me dice-; la pobre está cansada,  esta tarde ha dejado de ir a los toros por esperar a usted…, pero como tardaba… Antes de que se lo impida llega a  la cama y llama -Pastora, Pastora…- La joven duerme vestida tapada con la gran manta roja de la cama, y hace un movimiento para levantarse presurosa. Yo la detengo.
-Hablemos así -le digo-; esto nos dará mayor intimidad; me hablará usted como se habla a las amigas que se sienten a la cabecera del lecho. Pastora sonríe con una sonrisa algo ingenua, bastante triste,  y se recuesta bocabajo, apoyada sobre los brazos, con los cabellos deshechos cayendo sobre el rostro y con la mirada lejana a todo lo que le es habitual. A todas las preguntas sonríe y calla, no contesta más que con monosílabos, pero en cambio su madre se adelanta y me lo dice todo.
-¿Es usted andaluza?-. Me dice sí mientras sus ojos miran a Andalucía. -Del propio Sevilla-me contesta la madre- y criada en uno de los barrios más castizos hasta los once años, que vinimos a Madrid a ver a una tía suya. -¿Desde cuándo empezó a cantar? -pregunto deseando que ella me conteste- -Desde entonces -ataja la madre-. Todos me decían; tiene un tesoro en la garganta, pero yo decía, Jesús, María ¿cantar mi niña?. Pero la necesidad obligó…y ya ve usted… Empezó entonces…en ese viaje, a los once años….. ¿Dónde?. En el Café del Brillante, en la calle de la Montera, después, en todas partes. ¿Ha estado en el extranjero?. Ella dice sí con la cabeza. ¡Ya lo creo! – responde la madre-. En Santander, Paris, San Sebastián y Berlín. He ido a impresionar gramófonos, pero no he trabajado más que en España -dice ella. Su voz es llena, musical, agradable, y tiene ese gracioso acento andaluz que no se puede representar gráficamente; por como la letra se alarga, se adelgaza y se suaviza entre los labios. -Siempre estamos de viaje -dice la madre- y gracias a Dios nunca nos ha pasado nada malo. A América nos da miedo ir porque al venir de Melilla por poco nos ahogamos y le tengo miedo al mar. -Cuénteme usted alguna historieta de su vida -le pregunto con la esperanza de hacerle hablar-. -Nada, nada -se apresura a decir la madre-. Usted querrá saber los artistas que más le gustan. De cantaores, Chacón…; tocaores, Ramón Montoya, Habichuela… -No es necesario…Puede usted decir que es muy buena, muy generosa; podía ser muy rica y es el amparo de toda la familia; hermanas, tías, primos…, no sabe lo que gana y es su madre quien lo arregla todo. Miro con cierta lástima a la pobre criatura, callada y sumisa, tan buena hija que se anula y se somete en todo a su madre. -¿Qué canos le gustan más?. -Las coplas que ella arregla e improvisa. -Dígame alguna. -Allá van, de tango:

Diez céntimos le di a un pobre
y me bendijo mi madre;
¡qué limosna tan chiquita
por recompensa tan grande!

De malagueña:

Los pícaro tartanero
un lunes por la mañana,
los pícaros tartanero
le robaban las manzanas
a los pobres arrieros
que venían de Toscana.

De peteneras:

Niño que en cuero y descalzo
vas llorando por la calle,
ven acá y lloran conmigo,
que tampoco tengo madre,
que la perdí cuando niño.

De bulería;

Yo se la pedí llorando,
al de la Puerta Real,
que me quite este fatiga
tan grande que tengo
que no la puedo aguantar.
Qué pena es quererte tanto
Y tenerlo que ocultar.
¡Estos sí que son quebrantos!.

De seguidilla;

Padre mío Jesús de Santa María:
Estos pezares que mi cuerpo tiene,
yo le pido a Jesús  de Santa María
que estos pezares que mi cuerpo tiene sean alegrías.

De taranta;

Corre, ve y dile a mi Gabriela
que voy a las herrerías,
que duerma y no tenga penas,
que vuelva mañana y día,
que voy a fabricar canela.

¡Prosa conmovedora! Hay que ver cómo en la pronunciación embebe y alarga la medida para formar el verso. -¿No canta uste más que flamenco?. -Nada más, si yo quisiera se coupletista, me sería muy fácil; pero no quiero. No hay cantaoras, y coupletistas hay muchas. -¿No canta usted picaresco?. -No, mi niña es muy moral -dice la madre. En cuanto entra en un teatro, acuden las señoras y to el público se ve lleno de sombreretes. -¿Por qué la llaman La Niña de los Peines?. -Por una canción que cantaba cuando empezó. Y ya no me acuerdo de ella -dice Pastora, y añade: -A mí no hay nada que me guste como lo castizo; no pierdo mi acento jamás; Me gusta ponerme esta faldilla de lunares y un mantón, y ná más. -Y eso que tiene traje casi regios -dice la madre-, y en la calle es tan elegante como la primera. -Todos los años -dice Pastora- que ya ha adquirido confianza- canto saetas en Málaga o en Sevilla; estas dos poblaciones y Madrid, es lo que más me gusta en el mundo. -¿Más que París?-. -¡Ya lo creo!-. Su novio es de Málaga, -dice terciando en la conversación otra mujer de tipo gitano y cabellos blancos-. -Ahora estamos disgustados -dice Pastora- y tengo mucha pena-. -Es un señorito andaluz que quiere casarse con ella -añade la otra-. -¿Se va usted a casar? -¡Cá! -interviene la madre -¿Qué haría yo entonces?. -Criar a sus nietos, señora -le digo riendo. Entretanto, como para desviar la conversación, La Niña de los Peines me recita su saeta predilecta;

Se enturbecieron los cielos,
hubo eclipse extraordinario,
le da un desmayo a María
al pie del monte Calvario
viendo a Jesú en l,agonía.

-Todas su coplas son casi místicas. -¿Es usted devota?. Mucho, adoro al Señor del Gran Poder y a Nuestro Padre Jesús y ….-¿Será usted también supersticiosa?-. – Sí, me asusta que se derrame la tinta, viajar en martes, la bicha…todo….soy muy miedosa, pero, para que usted vea. Al mismo tiempo, con lo que más disfruto es con que me cuenten cuentos de miedo, de muertos y apariciones. -Y no es cobarde -añade su madre-. Aquí, ande usté la vé, suelta una bofetada al que se propase; ya la han llevado algunos. -La encuentro triste. -¿Está siempre así?- -Por mor de este -dice la más anciana- cogiendo un retrato de una gran caja, en que revuelve para darme el de Pastora. Apenas lo he tomado, cuando La Niña de los Peines me lo arrebata y lo estrecha contra ella, llenándolo de besos. Su mirada y su actitud se han impregnado de toda la voluptuosidad de su alma, hipertrofiada por el cante. Parece que esta mujer se ahogaría en pasión, si no la desahogase en sus cantares; que la abruma y la supera tener tanta alma en bruto.
Después de este arranque vuelve a quedar silenciosa. Mira y calla como extasiada, como esperando volver a cantar en las horas que no canta. Es como si tomase inspiración de las horas que pasan calladamente a su alrededor. En el silencio y soledad de esas horas, ahorra la voz que después regala a chorro suelto; en ellas cautiva su salvajismo, se inspira en su instinto, en ese alma en la que no se debe intervenir con ninguna perturbación ni ninguna lección, sino se debe dejar que cunda en soledad, respondiendo a ese nombre español, gitano, flamenco de Pastora, que también se unió al apellido Imperio, porque él tiene algo de imperial, de castizo, de rotundo, como un milagro de pasión y de expresión, desgarradora y profunda.

Carmen de Burgos. 
Fuente; Revista Semana. Madrid. 1916. B.N.E.








martes, 5 de abril de 2016

EN HISTORIA VIVA



El pasado jueves estuvimos invitados en el magnífico programa "Historia Viva", de Sevilla FC Radio. Hablamos del Sevilla de los años veinte, de la simpar escuela sevillista, y de Spencer…., fueron tiempos apasionantes en el nuevo sport que aquellos jóvenes del sur transformarían. Sevilla, una vez más, daba cuna a una forma distinta y revolucionaria de vivirlo y practicarlo, un estilo que rompió los esquemas a casi todos y causó asombro y admiración en la España futbolística de la época. Grata tarde de coloquio y debate donde profundizar un poco más en nuestra maravillosa historia y comprobar los extraordinarios resultados obtenidos por la gran y pionera Área de Historia del Sevilla FC, que también han revolucionado el estudio y divulgación de la historia del fútbol, causando la admiración como aquellos otros jóvenes sevillistas de los años veinte. Gracias, amigos, por la atención y el recuerdo.

Madrid, abril 1926




Imágnes; Paulino Alcántara y Arnet Kinké capitaneando a FC Barcelona y Sevilla FC en las semifinales del campeonato de España, 1921. Fuente. Diario AS.

Estudios de Sevilla FC Radio, programa Historia Viva.


domingo, 27 de marzo de 2016

El FÚTBOL Y LA ESCUELA SEVILLANA


EL ESCOCÉS MR. TOMPSON Y LOS AFICIONADOS QUE QUIEREN QUE NO SE ACABE EL SALERO.

Hace algunos anos llegó a Sevilla Mac Vean Tompson, escocés, gran aficionado a la práctica de toda  clase de deportes. Hicimos amistad, y al enterarte de que entre nosotros se jugaba al fútbol mostró deseos de presenciar un partido. Fuimos a un encuentro de casa del campeonato de España entre el Madrid y el Sevilla. Ganaron loa madrileños por cuatro a cero. Aquel Madrid jugaba bien al fútbol. Creímos que nuestro amigo habría de aburrirse ante la lucha de aquellos equipos, tan inferiores a los de su país; pero cuál no seria nuestra sorpresa al observar con cuánto interés seguía los incidentes de la lucha. 

Al terminar el partido hubimos de preguntarle. —¿qué le ha parecido esto? —Interesantísimo — contestó —.El equipo blanco—Madrid—tiene cierta noción del juego: pero el rojo, Sevilla—no sabe absolutamente nada. —Entones ¿le habrá gustado mas el Madrid? -No; me ha gustado más el Sevilla. La contestación nos pareció incongruente e intentamos aclararla. —¿Cómo le ha gustado el Sevilla, si dice usted que no sabe jugar? —No sabe jugar al fútbol; pera juegan a otra cosa que resulta muy interesante y muy nuevo— ¿Eh? —He visto varias corridas de toros en Bilbao, Madrid y Sevilla y esto de esta tarde se parece más a una de esas corridas que al fútbol asociación que se juega en mi país Y resulta bastante bien; yo creo que este juego, más perfeccionado, causaría en Inglaterra verdadera admiración. —Usted está de broma, ¿verdad. Amigo Tompson? Hablo en serio, esa manera de jugar es muy bonita. Cuando un jugador toma la pelota hace con ella lo que le parece, sin preocuparse de. los compañeros y trata, mas que de avanzar hacia la meta enemiga. burlarse, con ágiles quiebros; del contrario que quiere arrebatársela. No se trata, por lo visto, de batir la portería del enemigo, sino de que cada. jugador se divierta fantaseando y haciendo cosas absurdas con la pelota... —Pero según usted, no es jugat al fútbol. Ni es posible jamás ganar partidos. —y qué más da,  El mejor deporte es aquel en que se logra un buen ejercicio físico de la manera más divertida posible. Ganar o perder el algo secundario, sin importancia. Yo quiero ingresar en el Sevilla para divertirme también mucho. 

Y, efectivamente, Tompson jugó con el Sevilla varias temporadas y fue uno de los que  contribuyeron a crear la  escueta sevillana. Se perfeccionó la manera sevillana de jugar al fútbol, única que interesaba a nuestro público, la llegada de Kinké a las filas del Sevilla acabó de redondear el estilo

Pasó la época romántica. Vino el profesionalismo ton su industrialización. del deporte y la necesidad de ganar partidos n toda costa. Nuestros equipos van desechando ya su anterior ineficacia combativa, con harto sentimiento do muchos aficionados antiguos y castizos a quienes este cambio de táctica no les ha convencido todavía. ;Aquello si que era fútbol!—suelen exclamar—. Esto de ahora es una cosa estúpida. sin arte, sin esa migita de salero que le ponemos aquí a todas las cosas, aun a las más raras. Pero se ganan partidos: —Y usted cree que yo voy al campo a ver ganar a mi equipo. A mi lo que me entusiasma es ver cómo los nuestros, tan chiquitiyos, le dan «coba a esos tíos grandes que vienen de por ahí arriba. !Eso si que tiene salero!

OTERO

El Heraldo de Madrid, junio 1929

miércoles, 2 de marzo de 2016

MUERTE DE SUSILLO, 1896.



En las viejos círculos de la mirada están los patios vacíos y la luz alta, la familiar vecindad de unas sombras. Pervive la ciudad en las calles de la nación, una luz sobrecarga a otra luz, es tu propio recorrido una marca en la desnudez que trae la tempestad.


UNA ENTREVISTA A ANTONIO SUSILLO, 1895.



Dejando atrás la calle donde se establece El Jueves de Sevilla, y siguiendo el rumbo de la iglesia de la Macarena, se lee en una de las calles de la derecha este nombre: Antonio Susillo. La ciudad donde esparcieron sus sueños Montañés y Manara, Bécquer y Lope de Rueda, Velázquez; y Afán de Rivera, Las Casas y Ponce de León, Daoiz y Ortiz de Zúñiga, Arias Montano y Murillo; la ciudad, en,fín, donde los hombres nota-bles brotan con la misma facilidad que los trigos yendohacia Castilleja, ha honrado en vida al genial Susillo, el literato del barro, al poeta de los bajo relieves, á la brillantísima personalidad del jovene scultor, que posee, puede decirse, una de las fantasías más espléndidas y más ricas. de España. Recientemente hemos conversado con el fecundo artista en su estudio de la Alameda de Hércules durante la mañana de un día festivo. ¡Cosa rara! Sorprendimos á Susillo mano sobre mano, es decir, dedicado á la holganza, cosa rarísima en este formidable trabajador, que ha producido ya más obras que seis artistas juntos.
Estoy haciendo, véala
Usted, la estatua de Elduayen; me sirve de modelo un amigo, y como hoy es día festivo, no ha venido, y ha hecho bien, porque nada más natural que un joven rinda el acatamiento debido á las fiestas dé hoy.
¿Para usted no hay día de fiesta?'
Para mí lo son todos los en que trabajo; la ale-gría mayor para mí es modelar una estatua, dar con una postura, ajustar el parecido de un semblante, idear un bajo relieve

Este afán desmesurado por el trabajo nos recordó los últimos años de la vida de Fortuny, durante los cuales el trabajo era su feliz abstracción.

Y ¿qué mandará usted para Madrid á que figure en la próxima Exposición?
Pase usted por aquí y lo verá.
Entramos en un patio lleno de claridad, donde un sátiro á medio hacer tocaba una flauta ó ana corna musa, y dirigiéndose Susillo á un Cristo vaciado en bronce, exclamó, dándole un fuerte manotón en una pantorrilla, el cual hizo vibrar metálicamente á toda la escultura:
Voy á Madrid con este Cristo, en la per-suasión de que la crítica no ha"de tratarme muy bien.
¿Por qué?
Por haberme per-mitido romper con la postura de pies aceptada para los Cristos, y por haber dado á esa expresión la del goce supremo

Lo enviaré, por dar á usted gusto. —¿De verdad?
Tan de verdad,"que allí lo verá'usted expuesto.
Y lo verá el piíblico de Madrid, y se quedará bizco, como suele decirse, viendo esa clase de obras de usted; parece que usted ha inventado el bajo relieve; eso es lo exclusivamente suyo, lo que absolutamente nadie puede hacer y ni siquiera imitar; es usted el maestro indiscutible del género. Por mi parte, creo ver en los bajo relieves de usted literatura, poesía, artículos bellísimos, algo personalísimo que usted ha traído al arte.
Mil gracias por sus flores; estoy orgulloso, puede usted creerlo, de merecer á usted ese juicio.
Y este magnífico boceto, ¿porqué no lo envía también á Madrid? Es un embrión soberbio; creo que debe usted mandarlo. —¿Le gusta?
Muchísimo. Es de una grandiosidad admirable. Nada, nada, á Madrid con él.
•—Pues será usted también complacido; no se quejará usted de que no le doy gusto; pero ya no
me pida usted más envíos.
Si fuera posible que mandara usted también estas doce estatuas..... -
•—Pues entonces que me pusieran un tren entero para mis envases, y punto concluido. Esas doce estatuas están ya colocadas en uno de los frentes del palacio de San Telmo.
Le advierto, amigo Susillo, que ayer las he estado viendo poner: resultan de un gran efecto; pero ¿cuánto tiempo ha tardado usted en echar fuera de la fantasía esas doce estatuas?
Unos ocho meses.
¡Ocho meses! ¡Pero si tiene cada una más de dos metros!
Pues ese tiempo he echado en hacerlas. Ahora tengo otros planes, otras estatuas en la cabeza.
Lo que tiene usted en la cabeza es un universo de seres de piedra, bronce y barro; usted, con decir fiat lux, envía á la realidad cuanto quiere.
•—Cuanto puedo
Pues puede usted, en ese punto, más que los demás escultores de España, sin que se agravie ninguno. Y además es usted el más original, y además el más poeta, y además el más literato. Me dará usted doce fotografías de esas doce estatuas; hay necesidad de que, poco á poco, las conozcan los lectores de LA. GRAN VÍA.
-Tome usted todo lo que quiera de mi estudio; suyo es todo.
Gracias por la cortesía. Cojo la docena de fotografías, y quiere decir que LA GRAN VÍA dedicará á usted casi un número, para que se vea cuántas cuerdas tiene mi paisano en la lira: desde lo más gracioso y original á lo más valiente y heroico, pasando por las más personales creaciones, eso es lo que usted posee: toda la lira, pudiéramos decir en cierto sentido. Pero usted tendrá que hacer, que salir, y yo le estoy quitando el tiempo.
No;  no tengo que hacer nada, por rara excepción.
Pues yo sí. Le dejo á usted, y me voy ¡i ver el desfile de los pasos desde la calle de las Sierpes.
¿No quiere usted dejar de rezar ninguna de sus oraciones?
Lo que no quiero es dejar de ver un solo manto de Virgen; en vez de rezar, lo que tino dice á la vista de esos fabulosos bordados en el terciopelo es, no Padre nuestro, que estás en los cielos, sino ¡qué barbaridad! ¡Qué lujo ! ¡Qué chaparrón de oro!......
Lo cual que podrá no ser religión, pero es, en cambio, belleza, que es la más alta y pura de las religiones. Con que adiós, querido escultor.
Adiós, querido poeta.


A. S.


Fuente; Revista Gran Vía, Madrid, nº 99. 19/05/1895. B.N.E.




sábado, 27 de febrero de 2016

POR LAS CALLES BLANCAS


“Juanramonianos que nos estáis en el mundo”, con esta frase solía despachar cierta beatería en mi adolescencia, tiempos difíciles, recalcaba entonces algo que después -y qué efectivas las vacunas en la infancia- la experiencia me ha confirmado; el rechazo al gremialismo, la beatería y sacerdocio de cualquier arte, con sus grados y acólitos. El ensimismamiento, el abandono de la realidad, cierta mística boba con su Jeremías - internet los ha multiplicado-, todas aquellas cosas que me repelían y aun hoy me repelen. Lector desde muy joven de todo lo que cayera en mis manos del "andaluz universal", al que he dedicado muchas horas, no era Juan Ramón Jiménez nada de lo señalado anteriormente. Por los suburbios o cielos de las hemerotecas deja aquí – hoy, día de Andalucía- esta breve entrevista.


Fuente. Revis. C. 26-01-1930