miércoles, 30 de octubre de 2013

EL CAPITALISMO COMO RELIGIÓN


Por Walter Benjamin

Hay que ver en el capitalismo una religión. Es decir, el capitalismo sirve esencialmente a la satisfacción de las mismas preocupaciones, penas e inquietudes a las que daban antiguamente respuesta las denominadas religiones. La comprobación de esta estructura religiosa del capitalismo, no sólo como forma condicionada religiosamente (como pensaba Weber), sino como fenómeno esencialmente religioso, nos conduciría hoy ante el abismo de una polémica universal que carece de medida. [Y es que] no nos es posible describir la red en la que nos encontramos. Sin embargo, será algo apreciable en el futuro. No obstante, son reconocibles tres rasgos de esa estructura religiosa del capitalismo en el presente. Primero, el capitalismo es una pura religión de culto, quizás la más extrema que haya existido jamás. En el capitalismo todo tiene significado sólo en relación inmediata con el culto. No conoce ninguna dogmática especial, ninguna teología. Desde este punto de vista, el utilitarismo gana su coloración religiosa. A esa concreción del culto se vincula un segundo rasgo del capitalismo: la duración permanente del culto. El capitalismo es celebración de un culto sans trêve et sans merci (sin tregua ni piedad). En él no hay señalado un día a la semana, ningún día que no sea día festivo (en el sentido terrible del desarrollo de toda la pompa sacral) que constituiría el esfuerzo más manifiesto de quien adora. Este culto es, en tercer lugar, culpabilizante. Probablemente el capitalismo es el primer caso de culto no expiante, sino culpabilizante. Este sistema religioso se encuentra arrastrado por una corriente gigantesca. Una monumental consciencia de culpa que no sabe sacudirse la culpabilidad de encima echa mano del culto no para reparar esa culpa, sino para hacerla universal, forzarla a introducir en la consciencia y, [finalmente] y sobre todo, abarcar a Dios mismo en esa culpa para que se interese finalmente en la expiación. La expiación, por tanto, no debe esperarse del culto mismo, ni de la reforma de esa religión. Tendría que sostenerse en algo más seguro que en ella misma. Tampoco podría sostenerse en su rechazo. En la esencia de ese movimiento religioso que es el capitalismo [yace la idea] de resistir hasta el final, hasta la culpabilización final de Dios, hasta la consecución de un estado mundial de desesperación que es, precisamente, el que se espera. En esto estriba lo históricamente inaudito del capitalismo, que la religión no es reforma del ser, sino su destrucción. La expansión de la desesperación hasta un estado religioso mundial del cual ha de esperarse la salvación. La trascendencia de Dios se ha derrumbado, pero no ha muerto, sino que está comprendido en el destino de la humanidad. Ese tránsito del planeta humano por la casa de la desesperación en la absoluta soledad de su trayecto es el ethos determinado por Nietzsche. Ese hombre es el ultrahombre, el primero que empieza a cumplir, reconociéndola, la religión capitalista. Su cuarto rasgo es que Dios debe permanecer oculto, y sólo debe ser llamado en el cenit de su culpabilización. 

El culto es celebrado ante una divinidad inmadura y toda representación, todo pensamiento en esa divinidad daña el secreto de su maduración.

La teoría freudiana es también parte del dominio sacerdotal de ese culto. Está pensada de forma totalmente capitalista. Lo reprimido, la imaginación pecaminosa es, en lo más profundo y por [una] analogía que todavía habrá que clarificar, el capital, que paga intereses [verzinst] por el infierno del inconsciente.

El tipo de pensamiento religioso capitalista se encuentra extraordinariamente expresado en la filosofía de Nietzsche. El pensamiento del ultrahombre sitúa el salto apocalíptico no en la conversión, expiación, purificación [y] penitencia, sino en el aparente permanente acrecentamiento- si bien, en el último tramo, discontinuo y a saltos. Por eso, aumento y desarrollo son en el sentido del non facit saltum (del no dar saltos) inconciliables. El ultrahombre es el hombre histórico al que se llega sin conversión que traspasa el cielo. Este hacer saltar el cielo por medio de un acrecentamiento humano que religiosamente es y se mantiene (también para Nietzsche) como endeudamiento (culpa) [Verschuldung] lo prejuzgó Nietzsche. Y similarmente Marx: el capitalismo incambiable se tornará, con intereses e intereses de intereses, cuya función es la deuda (vid. La duplicidad demoníaca de ese concepto [deuda/culpa: Schuld], en socialismo.

El capitalismo es una religión del mero culto, sin dogma. El capitalismo se ha desarrollado en Occidente –como se puede demostrar no sólo en el calvinismo, sino en el esto de las orientaciones cristianas ortodoxas- parasitariamente respecto del cristianismo de modo tal que, al final, su historia es en lo esencial la de su parásito, el capitalismo. -Comparación entre las imágenes de los santos de las distintas religiones, por un lado, y los billetes de los distintos Estados, por otro-El espíritu que se expresa en la ornamentación de los billetes. {Aquí hay varias anotaciones bibliográficas: Fuchs, Weber, Sorel, Landauer Troeltsch…}

Las preocupaciones: una enfermedad del espíritu que es propia de la época. Situación espiritual (no material) sin salida que (deviene) en pobreza, vagabundeo, mendicidad, monacato. Una situación así que carece de salida es culpabilizante. Las “preocupaciones” son el índice de la consciencia de culpabilidad de la situación sin salida. Las preocupaciones se originan por el miedo ante la falta de salida colectiva, no individual-material. En tiempos de la Reforma el cristianismo no favoreció el advenimiento del capitalismo, sino que se transformó en él.Metódicamente habría que investigar en primer lugar qué vinculos estableció en cada momento el dinero con el mito, hasta que pudo atraerse hacia sí tantos elementos míticos del cristianismo para constituir ya el propio mito.[algunas citas..]Vinculo del dogma con el capitalismo, desde lo disuelto – y para nosotros en esa característica naturaleza del saber que es salvadora y que está muerta al tiempo (¿) . El balance como saber realizado y salvador (¿)}.Contribuye al conocimiento del capitalismo como una religión el hacer presente que originalmente los infieles consideraron la religión no como un “elevado interés moral”, sino como el más inmediatamente práctico. En otras palabras: fueron tan poco conscientes, como el capitalismo actual, de su naturaleza “ideal” o “trascendente”, que vieron más bien en el individuo irreligioso o heterodoxo de su comunidad, precisamente, a un miembro inconfundible de ella, igual que la burguesía actual los ve en sus miembros no productivos. 

Gesammelte Schriften,vol. VI, 100-103.

Fuente; :http://catigaras.blogspot.com/2008/05/el-capitalismo-como-religin-walter.html 

lunes, 21 de octubre de 2013

ESTÁN ENTRE NOSOTROS

Un retrato en primera persona de la sociedad gitana alejada de estereotipos sensacionalistas. 

Por Juanma Jiménez, aquí.

lunes, 14 de octubre de 2013

LA IGLESIA ESPAÑOLA, PESADILLA PERMANENTE


Por Francisco Espinosa

Hay quienes piensan que un criminal de guerra como Queipo no debería estar enterrado en la basílica de La Macarena o que la propia imagen de la virgen, cuando llega la semana santa, no debería salir con el “fajín de honor” regalo del militar golpista. Otros creen que los procesos de beatificación, reabiertos por la Iglesia española ante el cambio que supuso la llegada al papado del ultrarreaccionario Woytila, resultan excesivos e impropios de nuestro tiempo. Me refiero, entre otros, a procesos como el de 2007 en Roma y el que tendrá lugar ahora en Tarragona, con 498 y 522 beatificados respectivamente. 

Sin embargo, otros pensamos que Queipo está donde debe estar, en lugar principal y celebrado por los suyos, y que se hizo mal en ocultar hace unos años bajo el manto de “Hermano Mayor Honorífico” las referencias que en la lápida había a la fecha del golpe militar y al cargo que usurpó. ¿Hay alguna razón para que la misma hermandad que entregó la corona de oro de la virgen para financiar el golpe no utilizara ahora el fajín de Queipo? Lo lógico es que lo lleve. Como si quieren ponerle alguno de los regalos que le hizo otro sujeto clave en la represión: el auditor de la Segunda Región Francisco Bohórquez, hermano mayor durante años y cuyos restos también reposan en la basílica. Las firmas de Queipo y Bohórquez son las últimas que aparecen en los miles de expedientes y sumarios de la gran farsa seudojudicial con que los sublevados destrozaron la vida a miles de personas. Queipo y Bohórquez, unidos en la vida y en la muerte, en la propia y… en la ajena. En realidad Queipo, aparte de por su esposa, enterrada a su lado, debería tener al otro lado a Bohórquez. La historia de la basílica, un pastiche típico del franquismo, levantada de espaldas al barrio que masacraron y sobre un popular bar obrero, está íntimamente unida a esos dos individuos. ¿Por qué no habrían de estar allí enterrados? Como si quieren poner en la entrada uno de los cañones que bombardearon el barrio en el 36…

 ¿Y qué decir de las beatificaciones? ¿Extrañan a alguien? Sabemos hace ya muchos años con todo detalle la identidad y el número de víctimas que tuvo la Iglesia. Sin embargo, durante la dictadura, en los papados de Juan XXIII y Pablo VI, se consideró oportuno frenar la posible oleada de beatificaciones. En esta decisión debió contar el sentido común y la sensibilidad de algunos. ¿Quién mejor que la propia Iglesia, y sin duda el Vaticano, sabía que, además de víctima, había sido verdugo? La Iglesia fue pieza clave en la represión, parte del núcleo duro del fascismo español y componente esencial del andamiaje ideológico de la dictadura. ¿Por qué habían de interesarle los vencidos y sus víctimas? Para ellos solo contaban los morbosos martirologios que dedicaron a los suyos, todos los cuales murieron entre horribles torturas, gritando “¡Viva Cristo Rey!” y perdonando a sus asesinos. Los suyos no eran vulgares víctimas como las de los rojos sino “mártires de la fe” y naturalmente no podían morir como los rojos. Estos eran fusilados, mientras que ellos eran vilmente asesinados. Sin embargo, lo único de lo que sí fueron testigos como confesores, las palabras de las personas asesinadas por los suyos, lo olvidaron. De eso no dieron testimonio. 

Algunos mantienen que la Iglesia debe pedir perdón, sin pensar que nadie pide perdón por hechos que considera entre los más gloriosos de su historia. ¿Se imagina alguien al jesuita Martínez Camino y al cardenal Rouco pidiendo perdón por no haber obrado en aquellas circunstancias conforme a la religión que supuestamente representan y al mensaje evangélico? ¿Qué se puede esperar de una institución que no solo no levantó la voz sino que, de pleno acuerdo con los golpistas, colaboró de diversas maneras en el exterminio de miles de hombres y mujeres? ¿Qué tendrá que ver una estructura de poder al servicio permanente de la reacción con una religión que tiene por lema el amor al prójimo? 

Para una entidad con más de dos mil años de existencia el tiempo siempre juega a favor. En los años sesenta y setenta tuvieron que aplacar sus ansias beatificadoras, pero en los ochenta todo cambió. Había llegado el momento. Y desde entonces para acá los vientos políticos del mundo occidental no han hecho más que empujarnos hacia la derecha, con la Iglesia católica en vanguardia. Por su parte la Iglesia española, desde los tiempos gatopardescos de Tarancón hasta los de Suquía y Rouco no ha hecho más que superarse a sí misma. Y mientras más se le aleja el rebaño, peor. “Hay que reevangelizar España”, dijo Ratzinger hace unos años. Al pobre le habían informado de que España estaba volviendo a los años treinta. No me cabe duda de que si pudieran volverían a las “misiones” de los años cuarenta y cincuenta. La dosis de clericalismo que estoicamente soportamos les debe parecer poca. Pero ellos solo ven el anticlericalismo, que confunden con cualquier crítica que se haga al intrusismo permanente de la cúpula episcopal en la vida española. La Iglesia es la institución que nos hace más presente que el franquismo sigue ahí, como el dinosaurio de Monterroso. 

Ante esta interminable deriva y dado el panorama nacional, solo queda esperar que escampe y llegue la calma. Y que sigan en la misma onda: que Queipo repose en la basílica, que la virgen lleve su fajín, que sigan beatificando a los “mártires de la cruzada” y, sobre todo, que sigan sin darle la más mínima importancia a que lo hacen con el dinero de todos, incluidos los agnósticos, los ateos y los anticlericales. Que se alegren de contar con esa derecha que, como ellos, nunca ha roto amarras con el franquismo y que den las gracias al PSOE que, cuando ocupó el poder, les mantuvo y aumentó el dineral que se les regala anualmente. Y que sigan disfrutando, como si fuera suyo, del inmenso patrimonio artístico y monumental que poseen, por más que, de nuevo, sea el dinero de todos el que lo mantiene. 

Solo cuando la sociedad tome conciencia de lo que supuso el golpe militar del 36 será posible afrontar ese pasado. Entonces, de forma natural y por puro sentido común, la hermandad sacará de allí a Queipo y a Bohórquez, el fajín será entregado a la familia y la Iglesia pedirá perdón por todo el daño hecho al país a lo largo del siglo XX y organizará misas en memoria de las víctimas del fascismo. Será el momento oportuno para que la Conferencia Episcopal se autodisuelva humildemente. Nuestra única esperanza es que, por pura dignidad y decencia democrática, la sociedad se vaya alejando de ellos y pasando de todo lo que representan. Una cosa es segura: mientras no monten otra cruzada podremos hacerlo.

Fuente; andaluces.es