miércoles, 16 de julio de 2008

FRIEDRICH HOLDERLIN


Tengo en mis manos, una vez mas, Hiperión, la hermosa y sublime obra de Holderlin. Desde la adolescencia me acompaña, uno puede estar agradecido a muchos libros, a muchas lecturas, en este caso hay que añadirle un agradecimiento mas; la temprana edad en que cayo en mis manos. La vida y obra de Holderlin responde a una clave fundamental; la experiencia de una pérdida, la revelación de lo divino. Holderlin representa la búsqueda de la palabra, la creencia en una infinitud.
Tras la excelencia de su obra ya nada será igual, pienso en lo que vino después, también y por tanto admirable; la eliminación de la retórica, las imágenes y las metáforas dejando de culminar por primera vez el flujo coloquial del discurso, esto se aprecia en poetas como Stepan George, lentamente, estos elementos retóricos van desapareciendo del leguaje poético, la base discursiva del leguaje cotidiano es abandonada.

Holderlin es de la estirpe de esos creadores cuya vida adquiere la categoría de mito. Su obra, aislada y rara, es de una extraordinaria riqueza en imágenes e ideas, la integridad moral y política de sus versos no tienen parangón en ningún otro discurso poético. Es esto lo que ha atraído la atención de numerosos lectores e intelectuales, desde que a principios del pasado siglo fuera redescubierto en su patria a raíz de unas traducciones de Pindaro. Stefan George lo recuerda, vimos la terrible experiencia de una perdida, el alejamiento de lo divino. Su vida se encarna en su poesía, cuando la locura se apodera por completo de sus existencia también su poesía se invierte, toda la tensión anterior deja paso a la calma, a una fuerza apaciguada. Esa representación de la esencia de la poesía es la que tan vivamente interesó a Heiddeger y otros pensadores, que la realidad de verdad en el hombre es, en su fondo, poética, registros enigmáticos pero también luminosos, la exaltación humana, la angustia, el amor, siguen presionando sobre el lenguaje, apreciamos un discurso todavía no invadido por el realismo, pero extrañamente, también sentimos el final de una etapa, la cumbre de un discurso que ya no puede ser continuado. En Holderlin se da aquella paradoja que siempre nos sorprende; la del poeta hablado por el lenguaje, dejándonos esa idea primera e inocente de los lectores de poesía; la de autoridad revelada. En sus poemas tardíos la relación entre la forma elegida y el contenido es extremadamente orgánica.
La reverencia que la locura hace al mundo, luz de agonías, encarna en esta escritura que siempre nos acompañará. Estas son sus fechas; (1770-1843)

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