jueves, 9 de julio de 2009

JUAN RAMON JIMENEZ Y SU CREACION DRAMATICA




Entre los libros y autores que desde la infancia me acompañan y acompañarán hasta el final está la obra y la figura de Juan Ramón Jiménez. Aunque no me gusten las listas, las excelencias y la beatería, siempre creí encontrarme, y el tiempo no cesa de confirmármelo, que, como decía Octavio Paz, suele a veces parecernos caprichoso pero a la larga nunca se equivoca, ante una de las cimas de la poesía de todos los tiempos, porque no siempre Juan Ramón Jiménez fue entendido y apreciado en ese lugar en la poesía europea y mundial, el lugar que a su obra magistral en todos los sentidos le corresponde, actual y abierta.

Fue realmente, como él se quiso “un andaluz universal”, en su labios, en su canto y su obra la tierra que le vio nacer y su rica tradición, a diferencia de tantos otros, aun con el amplio y extraordinario conocimiento crítico que tuvo de numerosas lenguas y culturas literarias, que a algunos molestó por su sagacidad y honestidad critica. No tendríamos hoy de igual forma la obra de Lorca o Cernuda sin su magisterio. Debido a las diferentes conmemoraciones y aniversarios he escrito mucho sobre él, aquí les dejo esta breve semblanza, uno más, sobre el carácter dramático de su obra.









Las huellas de las formas perdidas, Juan Ramón Jiménez nos compromete en la distancia infinita hacia la fusión, el carácter y esquema de su obra es esencialmente dramático, merced a esto, su poesía preexiste a los términos, de la pasión de la obra por la obra, de la alta conciencia de los límites como punto de partida y retorno, allí donde la oposición no opone, sino que yuxtapone, su angustia es una perspectiva del ser humano, es su oscuro fondo el que busca la luz que crea sus certidumbres, el espacio indeciso, el perpetuo desvío.

Jiménez, que partió en su escritura de estados de ánimo hundidos en los paisajes de la infancia, sus paisajes esenciales de siempre, su vaguedad y melancolía con los ecos de Verlaine y Laforgue, nunca se descompuso, siquiera su aparente colorismo llega a reforzarse en sus comienzos, con un fuerte asidero en los cancioneros populares del siglo XVI. Juan Ramón Jiménez daría la impresión final de estar ante una escritura colmada de ritmo. Lo que él buscó fue siempre una depuración, un vaciamiento, como una ciega precipitación hacia el asombro, su vida fue un continuo desprendimiento en su escritura a través del compromiso, esfuerzo por agotar el ritmo y extenderse sobre el refugio de lo indecible, ser pleno e íntimamente en la totalidad, sus nombres impronunciables, su ser escrito dramatizan toda su obra excepcionalmente. Los verdaderos libros son libros de luto que sobreviven al tiempo. La fuerza de la imaginación poética de Jiménez no podía llevarle por otros caminos que los que transitó desde el comienzo de su madurez hasta el final, esa imaginación le hacía rechazar con gran naturalidad el artificio en su escritura, quizá no haya escritor en Europa que lo haya rechazado con tanta honestidad, de ahí sus formas libres, el abandono de los metros tradicionales que había mostrado en sus comienzos, la conciencia extrema de su tarea, el no descansar nunca sobre lo ya conseguido lo hacen un referente siempre actual. La sutileza de sus metáforas lo vuelven a los suyos, a los poetas arabigoandaluces, expresión de experiencias recónditas con declaraciones alusivas. Jiménez convence por su melodía del discurso y los límites de su conciencia. Pero hay algo más, la fuerza que la reflexión final de la obra le da a sus pasiones, no intenta nunca reconciliar los elementos del lenguaje, sino que entablece un infinito ante ellos, un lejano esfuerzo hacia sí mismo, encuentra su coherencia en una visión intima y trágica de la existencia, convocatoria de abrirse y aclararse, allí donde se interrumpe el canto de los dioses comienza el canto trágico del hombre, como bien recordó Holderlin. Jiménez vio en su infancia una comunión y una alianza, una semilla alada que regresaba, un pensamiento que buscaba su propia borradura, realmente no vamos hacia las cosas y expresiones, sino que siempre estamos volviendo. Su obra llegará a conseguir elementos que no siempre han sido bien entendidos, una regreso a formas libres y abiertas desde su tradición, una abierta y perenne musicalidad semántica.









EL EJEMPLO





Enseña a dios a ser tú. Se siempre solo con todos, con todo, que puedes serlo.



(Si sigues tu voluntad, un día podrás reinarte solo en medio de tu mundo).



Solo y contigo, más grande, más solo que el dios que un día creíste dios cuando niño.







De “La estación total”

9 comentarios:

Marisa Peña dijo...

Estoy completamente de acuerdo contigo en el magisterio y la importancia de J,R.Jiménez.Sin él la historia de la poesía española no hubiera sido la misma. Como bien dices su poesía es libre, pura, profunda e infinita. Con el maestro y contigo me despido por unos días.Voy al encuentro del mar y de lo que surja.
Un abrazo.
PS. Me gusta el nuevo nombre:leyendas, evocador

José Luis Garrido Peña dijo...

Muchas gracias, Marisa, por tus palabras. Espero que pases unos muy buenos días junto al mar, disfrutando de los mejores momentos, que suelen ser, para quien sabe y contra los pedantes, gratis. Ese mar necesario que siempre nos espera.

Un beso y a disfrutar

Juan Manuel Macías dijo...

Juan Ramón, junto a Darío y Machado, a mi juicio, son imprescindibles, amigo Luis. Son, lo que se sule llamar "maestros". Ahora no hay un Juan Ramón que vigile desde su otero, con sus miserias incluidas, por supuesto. Y creo que esa pérdida de un norte cierto tiene a la poesía española en el estado caótico actual. Ése es el problema: la ausencia de maestros vivos. Los poetas del 27 tuvieron el espejo de Juan Ramón y Machado, y éso fue fundamental.
Suscribible todo.
Un abrazo fuerte.

José Luis Garrido Peña dijo...

Gracias, Juan Manuel, por tu comentario, que suscribo plenamente. La falta de referentes es muy negativa. Lo que quiere presentarse como diversidad y variedad muchas veces no es más que, como tu bien dices, un caos.

Un fuerte abrazo

s dijo...

Preciosa semblanza, José Luis. Me ha interesado mucho el comentario de Juan Manuel y tu respuesta: he leído a los supuestos vates de nuestra poesía actual decir que esta es una edad de plata, debido a eso que apuntas de la diversidad y variedad, pero da qué pensar lo que decís, si esa variedad (en general) no será en el fondo sino confusión.

Desde luego esos tres ejemplos de Darío, Machado y Juan Ramón todavía, parece, hacen sombra en la actualidad. Juan Ramón es, para mi, el poeta más arriesgado que ha existido en la poesía española.

Saludos cordiales.

Pdta.: Este es mi primer comentario en tu blog, pero sabe que te leo a menudo; ocurre que a veces me abruman tus conocimientos y no tengo mucho que decir.

José Luis Garrido Peña dijo...

Muchas gracias, Sergio, por tus palabras, que también me abruman, espero que sigas encontrándote como en tu casa y dejando tu opinión valiosa, seguro que tienen cosas que aportar, como ahora cuando señalas lo de arriesgado de su obra, en efecto, los ultraístas y muchos otros de la generaciones posteriores no querían ver mas que al autor de los comienzos, desde su segunda etapa y no digamos la última abre unos caminos extraordinarios, tanto en lo formal como en lo temático. Ninguno de los supuestos vanguardistas elaboró un discurso más nuevo y aperturista. Ya ves como se suelen muchas veces enmascarar, hoy día más, la modernidad, lo contemporáneo, la tardomodernidad.


Un abrazo

Juan Manuel Macías dijo...

Completamente de acuerdo, Luis, al hilo de lo que comentáis. En muchas vanguardias naufragadas hay poesía tan rancia como la de Espronceda. Pero Espronceda tenía, desde luego, el eximente de su época y su libertad de elección para ser Espronceda sin embozos. Todo poeta, en el fondo, es de su época, ¿cómo iba a ser si no? Ergo todo poeta de verdad es absolutamente moderno. Lo importante es preservar la libertad creadora que defendió tanto y tan bien G. Diego. Escribo estas líneas casi al hilo de lo que vengo de comentar en el espléndido soneto que ha colgado Olga.
En fin, son tiempos caóticos. También es cierto, a mi juicio, que hay propuestas interesantes que pueden estimular un debate, como la de la postpoesía de Fernández Mallo. Una propuesta honesta, al margen de su trazo grueso. Siempre es bueno que haya polémicas estéticas. En los últimos tiempos, las polémicas estéticas no son sino mezquinas luchas de poder, como el caso del linchamiento de Gamoneda a cargo de ciertos grupos.

José Luis Garrido Peña dijo...

Estimado Juan Maunel, mezquinas luchas de poder, en efecto, vieron y ven estos ojos algunas cosas. por la blogosfera andan algunos antiguos enemigos de aquella llamada poesía figurativa o de la experiencia, hoy tan descaradamente conversos elogiando, no ya a los padres, sino a los malos hijos imitadores. Entonces se otorgaban la independencia y honestidad frente a la todopoderosa corriente, según ellos, dominante. Puro y descarnado cinismo en el que se retrataron y retratan. Escrito está. Si esos personajes eran pésimos y malintencionados, ahora son patéticos. Confundir al respetable es muy viejo y, en efecto, tiempos caóticos, con el deber de señalarlo, pero sin lamentaciones.

s dijo...

Me quedo con esto tan sencillo y tan difícil que dice Juan Manuel:

"Lo importante es preservar la libertad creadora", fuera, diría yo, de rancios conservadurismos y dislocados vanguardismos: tradición en el frente de combate.

Saludos.