Es acaso en el regreso,
sobre el viejo surco de la luz, donde el fuego recuerda la noche, su
misteriosa claridad. Nombrar, en el transcurso del viaje una edad del
mundo, la espera, los pasos lentos, la conciencia bajo un cielo. En
el arbol se aleja el umbral del sol, el tiempo que abre en las calles
de la cal, su pasión perdida en el cuerpo del verano. Miralo
caminando, la noche le alumbra en sus espejos, aun despierto, las
voces en el agua de unos ojos; ayer, acaso, las pupilas breves. De lo
que viene harás la luz del sueño, la memoria en el día de la raiz,
la palabra del niño en la edad del mundo. Mira sus ojos, el agua
duerme sobre los caminos de sal. Da el umbral a la pureza, como en
aquel espejo. Pero siempre, en las risas de la muerte, escribe, bajo
la palabra el hombre crece con la luz, el sol entero. A veces vuelve
sonando la noche en el fuego del aire, en el cielo del mar.
lunes, 27 de agosto de 2012
domingo, 26 de agosto de 2012
viernes, 24 de agosto de 2012
sábado, 11 de agosto de 2012
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