jueves, 29 de enero de 2015

INSCRIPCIÓN




La tarde de un verano, en el mármol se apaga la llama, afuera sucede la oscuridad del morir. Las cosas están iluminadas, incesantes se escriben las huellas. Marcada la verdadera pasión de unos ojos, el silencio y la soledad atravesados por el tiempo de la gracia. A pesar de todos, acaso bajo esta luz, el niño mira el limonero y el lenguaje de los sueños, declina con una fuerza extraña el reposo de la claridad. Tras el umbral y el mármol el espacio de la marca, donde hablamos, repetimos la inscripción del pasado, la distancia viva; son huellas, vistas al exilio de la noche. De nuevo solo en la inocencia, en la ventana la luz queda con los pájaros, como la infancia, extraña al fondo de la vida.


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