Viene
una extraña contigo en la última tarde, inadvertida. Es la hora que
has olvidado, la joven tarde luminosa. El rito y la espera parecen
perdidos. No es para ti ahora el tiempo demorado, los seres y cosas
que invitan silenciosamente a su atención, a su raíz de vida o
sueño. No es para ti que partes pronto acercándote a los gestos
finales y del frío. Ignoras que dejas tu ausencia viva, que te
llamará con oscuros signos desde un paisaje donde soñaste la luz y
las aguas. Cansado, abandonaste la demora interminable de la lejanía,
no sientes la distancia de un horizonte que te adentra en su
resplandor, extrañeza y misterio. Así lo habré de recordar cuando
entre en la ausencia, la extraña, silenciosa y oculta que me
acompaña en la última tarde, así lo he recordado. No vivía
entonces en esa tarde, tampoco cuando los lugares queden cerrados y
solitarios, entre las sombras querré que retorne nuestra memoria de
signos. La ausencia es la sombra de una presencia de que vuela hacia
lo oscuro. Todo estará en ella cuando hayas marchado con un fuego
intimo y desconocido, acercándote a ti cuando mires por última vez
las aguas, sintiéndola cuando a ella acudas, como resto o fragmento
de una identidad. Te dejará su voz y tu vida cuando la llames. No
hay palabras antes que ella exista. Será tu voz entonces contra la
pérdida.
Viernes,
2 de febrero de 2001
19:50 h.
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