En
el horizonte está la luz antigua, la que demoras con tu presencia.
Forma las arenas del atardecer, las huellas lejanas que creíste
perdidas. Está baja esa luz, más intensa en su declive, dibujando
la hondura de los cuerpos de las mujeres, el agua de la infancia. Los
ojos alcanzan ahora su sentido, su crecida en la sombra. Entras en el
que eras al mirar el paisaje que oscurece. Eres como el resplandor
que fluye en la sombra desde las orillas. Has mirado y sentido.
Fluyes, continúas.
Viernes,
2 de febrero de 2001
19:22 h.
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