sábado, 27 de junio de 2009

LUDWING HOHL EN SU MADRIGUERA


Uno de los maestros secretos de la prosa alemana del siglo XX, escribió G. Steiner sobre L. Hohl, su admiración por Spinoza; los más grandes, que son los solitarios, confían en el mundo. Hay que empezar a decir de Holt cómo disocia el espacio donde se encuentran la demencia y la lucidez, los delirios del solitario y la trascendencia nocturna. La oculta vacilación de su prosa es vital y necesaria, el escritor y artista es el hombre destinado a una obra, él restituye la posibilidad de un diálogo desde la profunda soledad aunque el libro aun no exista, el devenir oscuro en el que otros de sus maestros, Goethe, otorgaba toda la esperanza de la creación, las experiencias límites siempre serán solitarias, que me sea permitida la belleza y su testimonio. Leamos a Holt desde ese espacio; un diálogo en las formas de rechazo de la cultura, con la exclusión necesaria, no de condena moral, sino de los que los consagra. Andrés Trapiello, en uno de sus diarios comentaba lo siguiente;
“No se puede escribir como Pessoa o Kafka y aspirar a publicar eso en vida. El sufrimiento y dolor verdaderos exigen el anonimato o la muerte. ¿Cómo creer a Kafka después de haberlo visto en la feria del libro firmando ejemplares? ¿Qué pensaríamos de Caseiro si le sorprendiéramos en el palacio de Oriente en una recepción?”
Hablaremos y leeremos a Hohl o a Walser tal como los lectores o la critica lo reinventen después, el control y delimitación del discurso artístico no le valían; el saber nunca debe de aparentar saber una respuesta, debe decir cosas claras y a la vez extrañas. Holt, en toda su obra, vuelve atrás en el tiempo, se escapa a lo posible, se detiene en lo dicho y se retira. Yo lo hago ahora con este poema que le dediqué hace unos años.




ARENA


Cada noche
abre una profecía,
las palabras que respiran
en el dolor de unos ojos que sueñan,
en un viejo recuerdo
lejano en la memoria.


Con el rastro de una pasión,
con la madrugada oscura
que le dio nombre a un libro;
habría de llamarse Arena,
su repetición juega con la ausencia.
Jamás,
habría dicho,
nunca,
habría repetido;
una mujer en nuestros corazones,
el interrogante de nuestra escritura.


Tengo poco tiempo para soñar,
escribo de los sueños,
les he dado mi nombre,
atravieso
sus barrios desconocidos,
la arena me dio el libro abierto en la noche.


Regreso a la luz de sus cenizas,
a las cicatrices de su muerte
con el viento y el signo de la soledad.

6 comentarios:

Marisa Peña dijo...

Tu poema es un hermoso ejercicio de conocimiento y búsqueda, de luz y memoria, de encuentro con lo que otros nos ofrecen cuando los leemos.
Un placer leerte, querido amigo, de corazón.

José Luis Garrido Peña dijo...

Muchas gracias, Marisa, por tus palabras. El encuentro y la alianza son fundamentales.
Hay autores que ocupan ese espacio, que no quiere decir que todos tengan o estén ahí, y esa es su fuerza.


Un beso

Jesús Aparicio González dijo...

No conocía a ese autor pero tu nos lo presentas y me parece muy atractivo, como tu poema que disfruto.
Un abrazo
Jesús

Olga Bernad dijo...

Leí hace poco Matices y detalles. Eres muy preciso cuando explicas "cómo disocia el espacio donde se encuentran la demencia y la lucidez, los delirios del solitario y la trascendencia nocturna". Tal vez yo pensé eso o quise pensarlo y no encontré las palabras.
Más que un método es una actitud y una intención: "escribo de los sueños,/les he dado mi nombre".
Quizá venga de ahí el deber de decir cosas claras y a la vez extrañas.
No sé. Pero me gusta tu entrada.
Un beso.

José Luis Garrido Peña dijo...

Muchas gracias, Jesús. En lo esencial Hohl es autor que se nos presenta en los viejos caminos vocativos que tanto defendió Juan Ramón Jiménez, algo de su itinerario he querido reflejar en el poema.

Un abrazo

José Luis Garrido Peña dijo...

Gracias, querida Olga, por tus palabras. Este autor tenía poca, por no decir ninguna, confianza en la comunicación convencional, como acertadamente recordaba Steiner, las manipulaciones del discurso y del éxito eran para él un desperdicio irreparable. Esas falacias las comprobamos diariamente en muchos autores. En el fondo de toda su obra, como en otros, hay un altísimo ejemplo moral.

Un beso